lunes, 5 de mayo de 2008

PERSONAJES (Parte 3)

El Chago y su gente

Desde que tengo memoria, el Chago y su familia han estado a cargo del cuidado de la finca. Allí han nacido y crecido sus hijos. Por el monte, en medio de animales y sonidos que sólo la naturaleza dona a la gente que vive para escucharla. Hace algunos pocos años que hay luz eléctrica y televisión. De ahí para atrás, la historia del Chago y su familia consistía en levantarse cuando era aún de noche para empezar los quehaceres de las 70 hectáreas que conforman la finca, esperar a que la Niña Lucy llegara para contarle las últimas noticias y “embarcar” los productos de la finca que se iban para el pueblo. De esta manera terminaba de hacer todo para disfrutar de una tarde de entretenimiento con la familia y los vecinos. Este puede ser el sueño o la pesadilla del hombre cosmopolita, pero sin importar preferencias el Chago y su gente sigue amando la tierra y la vida sencilla.

El Chago me compaña a recorrer la finca “a pata pelá” mientras que su esposa y su hija cocinan un buen arroz sobre la leña y un “tintico” para el calor. Fue en la finca que aprendí que el tinto caliente quita el calor en vez del helado y fue con Chago y su gente que aprendí que existen mil maneras de vivir y ser feliz sin fracasar en el intento.

Después de mi visita sólo les quedó de tarea aprender a decir "Jelou" y "Guelcom" porque están seguros que la próxima vez iré acompañada de gente que se le olvidó el español... De esa gente tan rara y con rubios cabellos que para ellos viven al "otro lado del mundo". En ese recóndito lugar que probablemente jamás conocerán.

¡Ohhhhhhhhhhhhh Luz Marina!

Así se oía “el vozarrón” de la abuela retumbando por toda la casa (desde que me acuerdo). Luz Marina fue "la Elsa" de los primos Oviedo. Fue la que jugó con nosotros en sus ratos libres, porque al contrario de nosotros, ella tenía más cosas serias que de mentiras. Trabajaba para mi abuela y siendo de nuestra edad nos cuidaba. Sonreía, siempre sonreía y con una que otra carcajada se asombraba de lo que nosotros hacíamos, jugábamos y vivíamos. Con Luz Marina fuimos a la finca, a la playa, al parque para comprar fresco de níspero y deditos de queso para todos. Con ella, conocimos la voz de mando de la tierna abuela… que consentía a todos sus nietos pero mandaba a Luz Marina. ¡Y sí que mandaba! De hecho, ese sigue siendo el hobby predilecto de mi abuela…Y como pasa con todas las mamás y abuelas, uno simplemente las quiere así. Luz Marina no fue la excepción. Al igual que Elsa estuvo en la casa hasta que encontró marido. Se casó, tuvo dos hijos (curiosamente monos) y siempre que sabe que sus otros niños (nosotros) están por El Loro, corre a saludarnos junto a toda su descendencia. Su voz ñata y juguetona sigue intacta a pesar de los años: los mismos ritmos, los mismos decibeles. Lo único que cambia es que nosotros sus niños ya no somos tan niños y que ella ahora sí es mamá de verdad. Dedico a “Ohhhhhhhhhhhh Luz Marina” este espacio. Por ser quien es en el presente y por haber sido la única “nana” de mi misma edad. ¡Un brindis porque no hay foto de los primos en que no aparezca nuestra querida Luz Marina! Y otro... porque ella siempre estuvo ahí cuando empezamos a jugar “al papá y a la mamá”. (Aún cuando ni yo ni el resto de mis primos podíamos comprender lo que eso significaba.)

Elsa en el cerro...

Elsa es la historia viviente de aquellos que saben sonreír. Lleva consigo la historia de haber sido la “nana” de mi madre y mis tíos hasta que vivió en la casa de mi abuela. Llegó a la casa como casi todas las muchachas que trabajan en las casas como empleadas domésticas en la región. Llegó niña y con sueños de ser grande junto a nosotros. Hoy en día la visito en el cerro, donde vive con su familia desde que se casó con "El Compae Rafael Emiro". Todos la visitamos para que nos siga contando las historias que no pudimos ver. Me cuenta de mi mamá cuando era pequeña y de cómo era mi abuela y la gente del “tiempo viejo”. Desde el cerro se ve todo Ciénaga y en la tarde el viento “pega bien sabroso”. Elsa dice que no tiene nada que envidiarle a “los ricos”, mientras se come uno de esos “bolis de kola” que hacen sus hijas. Vive en la cima, donde puede escuchar los sonidos del pueblo: las campanas de la iglesia, la bulla de la fiesta, la procesión, las motos; el sonido de toda esa gente reunida que suda por el calor que Elsa no tiene… Detrás de esa pantalla gigante recuerda todos los días que ella es realmente feliz.

A continuación unas fotos y videos de Elsa, su gente y por supuesto: el cerro...

Así se ve El Loro desde la casa de Elsa...

"El Compae Rafael Emiro"

Las casas del cerro... Aquí se tejen los sueños de la gente feliz.
Parecería absurdo decirlo. Seguramente, alguien diría "claro, usted lo dice porque no vive ahí". Pero justamente cuando uno está con la "gente que vive ahí" comprende por qué es feliz.

Nota el pie: Un estudio de publicidad árrojó un día que "no todos los pobres querían salir de pobres", así que era mejor dejar de pretender que todos los productos y campañas tenían que ser "aspiracionales". Al final de la historia fue en el Loro que comprendí que lo anterior es verdad.



Cuando estuve en El Loro por última vez fui con una amiga chilena que se fijó en las llantas de bicicleta que están encima de los techos de El Cerro. Elsa respondió: "para que no se les vuele el techo cuando el viento pega fuerte". Yo sólo pude sonreír después de conocer el práctico mecanismo para que nunca se vuelen los techos de palma. Y junto a ellos los sueños de la gente que los habita un poquito más abajo...



En este video pueden ver a los vecinos de Elsa (amigos de la casa desde mi infancia) bailando la tradicional Champeta, oriunda de La Heróica, Cartagena de Indias. Como diría La Voz del Pueblo, "¡mire pa' que aprenda!". Recuerdo que esa noche la chilena no pudo quitarse la cara de asombro. No sólo por el baile (y las caderas que no todos pueden mover) sino por la sencillez y generosidad de la gente que supuestamente no tiene nada que dar.




Para cerrar esta parte, están todos cordialmente invitados al cerro y a la casa de Elsa. La gente en El Loro recibe más que bien a todos los "forasteros". Ya verán que el detrás de cámaras es mucho (pero mucho) mejor que el control remoto...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay Chía! que habilidad la tuya de evocar tantos recuerdos en nosotros. Hablas de Elsa y casi puedo recordar la textura de sus manos, viene a mi mente el recorrido a su casa, por el callejon hasta arriba con todos sus recovecos... Y me dejas ahora con un collage de imagenes y otros tantos personajes de los que quisiera poder tener el placer de "escuchar" sus historias contadas por ti: el abuelo Tano, la niña Julia, Luzmarina, Jose y Josefita, los primos segundos, terceros y mas alla que vamos descubriendo con cada visita... una lista interminable.
Y donde me dejas los sabores del Loro: el peto, el chicheme, la caraqueña, los yabolines, las rosquitas, el queso de la finca, el bollo pelon, las arepitas de queso que no te pelabas en el parque... Que mal me has hecho prima, abriste esa puerta y los recuerdos no paran. Ahora mi mente esta alla bañandose en la lluvia y montando bicicleta en la calle mientras mi cuerpo sigue aqui atrapado en la ruidosa ciudad de Caracas.

Anónimo dijo...

ehhh!!! que consentida me siento, ya me contaste el primer cuento de la peticion... A ver quien mas se anima a contarnos sus recuerdos de Cienaga de Oro?
Yo estoy saboreandome una carne llanera de la variante, con una manzana postobon (que no entiendo porque aqui en Venezuela no imitamos si es lo maximo), y que soliamos comer mas o menos de esta misma hora. uhmmm....

oscar dijo...

Me encantan las fotos!!
Si reflejan la realidad del lugar, debe ser un lugar único, digno de ser contado al mundo entero!!!

Al ver los demás comentarios me queda claro que es una historia real, que emociona a muchos y genera reacciones positivas a quien lee...

He ahí la clave de la comunicación!!
Un garn blog, hecho por una gran persona

Un abrazo

Unknown dijo...

que narración tan emotiva, magnifica simplemente, sigue así!